Historias Americanas que nos Cuentan las Canciones de Norte a Sur

Written & Compiled by Adriana Carrillo

Un pasillo colombiano y un blues americano hablan del desamor. Una samba-canção relata el dolor de un pueblo y un son jarocho de México, cuenta la historia de un ave migrante en busca de otros nidos.

El continente americano comparte, de Norte a Sur, las historias que cuentan sus canciones. Los ritmos nos mueven en distintas formas, y es la música, tal vez, el sello de cada una de nuestras culturas; sus lenguajes. Pero son las historias las que nos hablan del sentir humano. Las que nos recuerdan que cantando se apacigua cualquier dolor. En todas partes. Y en estas tierras todos tenemos historias, país y música. En un intento de poner a conversar a las canciones tradicionales de América del Norte y del Sur, encontramos que en común tenemos mucho. Cantamos el dolor de uno, de dos, de muchos, pero en general, una historia y una canción nos han servido siempre para descubrir la fortaleza en momentos abrumadores. Las historias tradicionales son experiencias profundamente humanas, que naturalmente desembocan en las más nobles respuestas literarias y artísticas. En este caso, en la música.

Basta con preguntar a algunos músicos cuál es su historia favorita del repertorio musical tradicional para reconstruir esta geografía. Del norte viene el blues. Una expresión fundamentalmente afro-americana, que se convirtió en la más auténtica de la música de los Estados Unidos. El blues es el lamento de un pueblo, y el idioma en el que el negro canta para no llorar. Ed Polcer, cornetista y trompetista de jazz clásico por más de 50 años cuenta que, como muchos otros de estos temas, “St. Louis Blues” contaba la historia de una mujer abandonada por su marido, quien se había ido detrás de una mujer de St. Louis. El tema fue compuesto por W.C Handy, grabado en 1914 e interpretado por las voces más eminentes del género como Bessie Smith y Louis Armstrong. “La construcción de este blues en particular empieza en clave mayor por algunos versos y luego se va a una clave menor. Y es muy dramático, porque aquí se convierte en un tango, tiene una influencia de la música latina, y luego vuelve a la clave mayor. Hay un contraste musical y verbal” explica Polcer, quien explica cómo más allá de ser el desamor un tema recurrente del blues, es para él la contribución norteamericana más importante a la música del mundo. La presencia del tango, además, refleja la influencia de otras culturas inmigrantes en el momento de esplendor del blues.

Ed admira de esta historia, la intención de desbordar en la música un sentimiento tan verdadero como profundo, cada vez que una voz reclama ‘My man’s got a heart like a rock cast in the sea.’

Como es la historia de muchos que se van, que vienen y se quedan, es la historia de ‘La Golondrina’ de Sonia de los Santos, quien es cantante y compositora de música para toda la familia. Más allá de querer relatar el sentimiento de partir, la historia de esta canción es más bien la de un tesoro que se encuentra después de un recorrido largo. La lejanía es también un punto de vista privilegiado. Aquí, desde la distancia, muchos definen la jerarquía de lo que importa en sus vidas. Esta canción que Sonia compuso como un Son Jarocho, y que nace en el exilio, tiene origen en una imagen de su niñez; de la primera inquietud de responder por qué la gente se va (que aquí casi todos respondemos a diario). El tiempo le mostró a Sonia que la historia de la golondrina era su propia historia, y su gran descubrimiento lo canta en los últimos versos de su canción: “Soy pajarito viajero/ buscando dónde anidar/ así llegué al extranjero/ pero nunca he de olvidar/ que la familia es primero/ y hay que saberla cuidar”.

“Había un pescador que pescaba de noche en el río con su barca, y una vez pescó un lucero con su red, y se lo llevó para la casa (su bohío)… Esa es la primera parte, que tiene esta cosa muy como de sueño”, cuenta Ricardo Gallo, pianista y compositor colombiano. “Una de las cosas más interesantes que pasa…” y ahí Gallo hace una pausa para darnos su contexto “…toda esta música es medio melodramática, y yo sé que lo digo como con cierto desdén, pero al mismo tiempo es parte de la tradición. Es así…”, explica Gallo. Y lo que pasa es que la canción se va a un tono menor. “Es la parte más aparentemente feliz, cuando la casa del pescador se ilumina porque tenía allí al lucero. Y él, luego, no quiso volver más al río, porque ya tenía este lucero en su casa, pero entonces eso que parece como tan feliz, realmente es un poco raro, porque es la parte más triste. Y luego la canción vuelve a mayor. Y lo que sucede es que la gente no sabe qué pasó, pero encuentran la casa a oscuras y al pescador sin vida, porque el río, de celos, se desbordó, y se llevó al lucero”. La historia del Pescador, el Río y el Lucero está en ritmo de pasillo, y bien funciona como un final alternativo de un St. Louis Blues. A Gallo, la canción lo transporta a su familia, y a la música que escuchaba en su casa. La música que viaja con él en la memoria.

Una última historia es la que cuenta “Meu Caro Amigo” o “Mi Querido Amigo” compuesta por Chico Buarque, y que la bajista brasilera Amanda Ruzza relata con una pertinente referencia a sus antecedentes. La mayoría de los países del continente americano conocen perfectamente los abusos de las dictaduras, e igualmente en Brasil, ésta provocó la censura, el exilio y el sufrimiento de muchos artistas. “Meu Caro Amigo”, es tal vez uno de los ejemplos más precisos del triunfo de una historia contada como canción. “Él había descubierto que la ley de la dictadura exigía que cuando se fuese a lanzar un disco en el mercado el sello discográfico debía someter las canciones con las letras y de ahí la dictadura iba a analizarlas y a tocarlas al revés para asegurarse de que no había ningún mensaje escondido, y si estaba bien la dictadura aprobaba y el disco podía ser lanzado. Pero si no estaba bien, el artista debía regrabar la canción con una letra nueva”, explica Amanda. También cuenta después, que en un acto de creatividad y sagacidad, Chico Buarque descubre que una vez la dictadura aprobaba la letra de una canción, si bien el artista no podía añadirle nada, sí podía remover partes de la letra. “Él se inventó toda una historia para esta canción en la que había gente de otro planeta que llegaban a invadir la casa de una familia en São Paulo. Era una historia totalmente platónica. Pero calculando que una vez la dictadura la aprobara como viaje de fantasía en el universo, él podría sacar ciertas líneas de la letra cambiándole el sentido completamente, y se convertiría en un mensaje de revolución”, concluye Amanda. La canción se publicó en 1976. Ella misma recuerda haber crecido escuchando la canción en la radio y pensado sólo en una canción alegre, hasta el día en el que se detuvo a cuestionar la historia.

Toma tiempo construir identidad, y muchas veces ésta se forma a través de la distancia, pero las canciones cumplen muy bien la tarea de recoger estas historias y convertirlas en testamentos del legado propio. En un día cualquiera, y algunas generaciones más tarde, alguien las retoma para seguir escribiendo páginas en la historia. Las canciones guardan el sentir más honesto de nuestra gente, haciendo más fácil saber de dónde venimos. Vale la pena sujetarse a una canción que nos cuente una historia que nos remita a la raíz. No es casual que sea el tema de ‘El Heredero’ el que le regale título y sentido a esta misma publicación.

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